Lema de P. Arturo

"Amar y hacer amar a Jesús, a la Iglesia, al Papa y a las almas, con María, por María y en María"

miércoles, 30 de abril de 2014

CUESTIONARIO: KAROL, EL HOMBRE QUE SE CONVIRTIÓ EN PAPA (JUAN PABLO II)

De manera individual, según lo visto en la película del Papa Juan Pablo II, resolver el siguiente cuestionario en hojas aparte, esto vale para la primera síntesis, vale 20 puntos.




1.    ¿Cuál era el saludo que tenía Karol con sus compañeros y qué significa?
2.    ¿Por qué situación estaba pasando Polonia cuando Karol era joven, al inicio de la película?
3.    ¿Qué eran los guetos o ghettos y qué episodio en la película se presenta sobre esta situación?
4.    Describa cuál fue la actitud de los polacos ante la invasión de los nazis.
5.    ¿Cuál fue el testimonio del padre Thomasz Zaleski?
6.    ¿Por qué Karol no le había contado a su novia (o mejor amiga) su intención de ser sacerdote y qué le responde él?
7.    ¿Qué oración hace Karol mientras está postrado cuando lo ordenan sacerdote?
8.    ¿Quién era Julian Kolberg y por qué perseguía a los sacerdotes y obispos católicos?
9.    ¿Cuál fue el régimen político que siguió a los nazis en Polonia y en qué consistía?
10.  ¿Cuál fue la misión que Kolberg le encomendó a Adam?
11.  ¿Qué le explica el padre Carlos a sus estudiantes, en un paseo, sobre el amor?
12.  ¿Cómo invitaba el padre Karol a sus estudiantes a oponerse a los comunistas?
13.  ¿Cómo fue el testimonio del Cardenal Stefan Wyszynski?
14.  ¿Cuáles fueron los motivos que dio el Vaticano para ordenar obispo al Padre Karol Wojtyla?
15.  ¿Cuál fue el milagro por el cual Karol Wojtyla le pidió al Padre Pío que intercediera?
16.  ¿Qué cardenales encabezaban las votaciones antes de ser elegido el cardenal Wojtyla?
17.  ¿Qué razones da un cardenal al cardenal Wyszynski por las cuales se habían puesto de acuerdo para elegir a Wojtyla?
18.  ¿Qué oración hace Juan Pablo II mientras se reviste por primera vez como Papa?
19. De lo visto en la película, escriba 5 enseñanzas de la vida de Karol Wojtyla, luego Papa Juan Pablo II, que puedan servir a la juventud actual.
20. ¿Qué semejanzas encuentra entre la vida de Juan Pablo II y la del P. Arturo D'Onofrio? 



 

CUESTIONARIO: JUAN XXIII, EL PAPA DE LA PAZ

De manera individual, según lo visto en la película del Papa Juan XXIII, resolver el siguiente cuestionario en hojas aparte, esto vale para la primera síntesis, vale 20 puntos.



1.    ¿Por qué el Papa Juan XXIII decía que sólo era un cura de pueblo?
2.    ¿Qué le explica el sacerdote de su pueblo al pequeño Ángelo acerca del sufrimiento?
3.    ¿Qué le responde Angelino a su tío Saverio cuándo le pregunta por qué quiere ser cura?
4.    ¿Qué puntos en contra tenían los demás cardenales contra el cardenal Roncalli?
5.    ¿Antes de ir a Bulgaria qué le gustaba más al Padre Ángelo Roncalli?
6.    ¿De qué enfermedad padecía el cardenal Roncalli desde antes de ser Papa?
7.    ¿Qué hizo el obispo Roncalli por los pasajeros de un tren de judíos en Estambul?
8.    ¿Cómo logró el obispo Roncalli evitar que fueran expulsados varios obispos de Paris?
9.    ¿Cuál fue la oración que hizo el cardenal Roncalli al ser elegido Papa?
10.  ¿Por qué eligió llamarse “Juan”?
11.  Según lo que le dice el Papa a su ayudante, ¿Con qué finalidad Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II?
12.  ¿Cuál fue el mensaje principal del Papa Juan XXIII a la multitud que estaba en la plaza de San Pedro la noche del día en que fue inaugurado el Concilio Vaticano II?
13.  ¿Qué hizo el Papa Juan XXIII para evitar la guerra entre Estados Unidos y la Unión Soviética?
14.  ¿Por qué decidió Juan XXIII escribir la Encíclica Pacem in Terris?
15.  ¿Cuál fue la causa de la muerte de Juan XXIII?
16.  ¿Por qué el cardenal Ottaviani tenía tantas diferencias con Juan XXIII?
17.  De lo visto en la película, escriba 5 enseñanzas de la vida de Ángelo Roncalli, luego Papa Juan XXIII, que puedan servir a la juventud actual.
18.  ¿Qué semejanzas encuentra entre la vida de Juan XXIII y la del Padre Arturo D’Onofrio?
19.  ¿Qué aspectos similares encuentra entre el Papa Juan XXIII y el actual Papa Francisco?
20.  Según lo visto en esta película, ¿qué enseñanzas de Juan XXIII nos ayudarían a construir una sociedad en paz?

lunes, 7 de abril de 2014

P. ARTURO D'ONOFRIO: UN SACERDOTE QUE HA ORADO "SIEMPRE" (SEGUNDA PARTE)



El CONSOLADOR

El sufriente: Señor, he aquí que mi alma gime en una angustia mortal. Está                             triste hasta querer morir. Mi pan está bañado en lágrimas.
                        El dolor hace sangrar mi corazón. Estoy solo para gemir y llorar.                           Todos me han abandonado.

                        También tú, oh Señor, no te acuerdas más de mí. Me has dejado                          solo como presa de mis enemigos que traman mi ruina.

                        ¿No eres tú un Padre bueno y Misericordioso? ¿Ya no me amas?                                    ¿Por qué entonces no vuelves y vienes en mi ayuda?
                        Señor ven, muéstrame tu rostro misericordioso y seré salvado.

Jesús:           Hijito, ha llegado también para ti la hora de la prueba, la hora en la                      cual se reconocen los verdaderos amigos. Tú sufres, lo sé.
                        Solo yo, que antes de ti he sufrido penas y desamores más terribles,                   puedo comprender la angustia de tu corazón, por eso he invitado a                      todos los sufrientes a venir a mí: “Vengan a mí, todos ustedes que                       están cansados y agobiados, y encontrarán descanso para sus                                almas” (Mt 11, 28).

                        En la hora grave en  la que todos te abandonan, en la que los falsos                  amigos se dejan ver como son, tú puedes con toda confianza                           recostar tu cabeza sobre mi corazón que palpita de amor infinito por               ti. Tú te lamentas como Job: “Mis amigos me han abandonado, mis                 propios hermanos pasan delante de mí como un torrente que                                atraviesa los valles. Ellos no saben encontrar verdaderas palabras de                 consuelo, a menudo, más bien, sus palabras no hacen más que                                agudizar mi dolor, reabriendo las heridas apenas curadas” (Job 19,                     13-14).

                        Seguramente el abandono, la desconfianza, el desaliento se baten                     sobre ti con gran virulencia: y estás tentado a desesperarte.
                        ¡Pobre hijo! ¿No notas que esta es la insidia más terrible del enemigo                 infernal?
                        Si él consigue apartarte de tu confianza en Mí, de mi amor, ha                              conseguido la más grande victoria. No me menosprecies. Recuerda                   que el pecado más grande que puedes cometer es dejar de tener fe                  en mí, de confiar y abandonarte en mi corazón paterno. Ven, apoya               tu cabeza sobre mi pecho, entra en mi costado abierto para ti, para                       darte una prueba más palpable de mi eterna caridad y premurosa                                  solicitud por ti… y no pienses que no te amo. Solo con el                                           pensamiento de que puedas dudar de mi amor me haces sufrir                                 inmensamente. Te he amado con amor eterno, hasta la eternidad mi                         corazón ha palpitado por ti.

                        Mi humillante Encarnación, mi vida pobre y con dificultades, todas las                persecuciones y penas sufridas en mi vida pública, y en fin, mi                            dolorosísima Pasión y Muerte ¿no han sido suficientes para                                  convencerte de que yo verdaderamente, infinitamente, eficazmente               te amo?
                        “Nadie tiene amor más grande que aquél que da la vida por sus                           amigos” (Jn 15, 13). Yo soy por definición el Amor por excelencia, por                eso te amo inmensamente. Yo soy Padre, por eso deseo tu bien.

                        Yo soy tu único Amigo verdadero, dispuesto a hacer lo que sea para                   tu bien. Si quieres ser feliz no debes dudar ni siquiera un solo                         instante de esta certeza transformadora.
                        Dios no solo ama, también piensa y provee con sabiduría de Padre a                  quien sufre.

El sufriente: Señor, creo en tu amor por mí. Si cegado por el dolor y por la                                 tentación por el pasado he osado dudar de tu amistad y de tu amor,               tú me perdonarás. Pero no puedo vencer la tentación que                                        continuamente me martilla la mente.

                        Repensando en mis días pasados un sentido de desconfianza me                      toma. Todo en mi breve existencia ha conspirado contra mí. He                          subido hasta este momento un doloroso Calvario. Llegué incluso a                   dudar que tú, oh Señor, no pensaras más en mí, que me hubieras                   abandonado a las fuerzas del mal, solo para ser desgarrado por mis                    enemigos.

Jesús:           Hijito, si verdaderamente crees en mi amor por ti, si estás convencido                  de que yo te amo, no debes ni siquiera lejanamente dudar de mis                                   promesas paternas para ti. El amor lleva necesariamente a beneficiar                       a quien se ama. No se puede amar sin pensar continuamente en                          Aquel a quien se le tiene afecto. 

                        ¿Puedes creer que yo no piense más en ti? ¿Que yo asista                                   pasivamente a la lucha que se lleva a cabo en tu corazón? ¿Puede                    un padre olvidarse del propio hijo? Pues aunque un padre llegara a                   tal sentido de inhumanidad, yo no me olvidaré de ti. Como el artista                   ama el fruto de su genio y el objeto de su sudor, como la mamá                                    ama a su pequeño, yo te amo aún más. Un día dije a mi Sierva                             Catalina de Siena: “Tú piensa en mí, que yo pienso en ti”. Con solo                     pensar de que tú reposas sobre las rodillas de un Padre bueno                                    que ha puesto a tu servicio toda la sabiduría, bondad y poder infinito,                     deberías saltar de alegría.
                        Tú estás en el centro de mis pensamientos. Nada en torno a ti o en ti,                 sucede sin que sea querido por mí o permitido para tu mayor bien.

                        Ahora no puedes comprender todos los misteriosos designios                               diseñados por mi amor hacia ti. Toda tu vida se desarrolla sobre el                   pedazo de una maravillosa tela de la cual tú no ves más que la parte               reversa. Cuando caiga el velo que hoy te esconde la visión total de                   mis designios de amor, podrás un día bendecirme eternamente.

El sufriente: Y le dije: Oh ingrato, creía que con aquél flagelo, con aquella cruz,                      con aquella tribulación Dios quería mi mal, y en vez de eso                                              le daba al cuadro de mi eterna felicidad trazos de artista y de                              Padre…

Jesús:           De todo puedes dudar excepto de una sola cosa: de mi atención y de                 mis preocupaciones por ti… ¿no dice el proverbio que ni una sola                              hoja cae sin que Dios lo quiera…?

                        Te puedo asegurar que ni siquiera un cabello de tu cabeza cae sin mi                permiso.
                        ¿No recuerdas todo lo que he enseñado en mi peregrinar por esta                       tierra?

                        Si todos los seres creados, aún los más infames, son objeto de                             los cuidados atentos y paternos de mi Padre celestial, ¿cuánto más               no lo eres tú, por quien he muerto en la cruz? “De tal manera ha                           amado Dios al mundo que entregó a su único Hijo, para que quien                    crea en Él no perezca sino que tenga la vida eterna, porque Dios no                   ha mandado su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que                por medio su medio el mundo sea salvado” (Jn 3, 16-17).
 
                        Ante las aparentes derrotas del bien, al verte oprimido por penas y                       tribulaciones, al constatar la victoria del mal y de las fuerzas de las                      tinieblas, no dudes de mi Providencia. Es mi sabiduría y poder infinito                lo que “juega en el mundo” (ludit in orbe terrarum).

                        Mañana pasarás y lo verás. El engaño, la burla, el espectáculo                             pronto desaparecerán y tú contemplarás como es en verdad la                              espléndida realidad que te impulsará a entonar un himno de eterna                      admiración y reconocimiento.

El sufriente: Que aparente contraste. Señor, me postro en el polvo y canto como                     el Salmista: “nuestra alma confía en el Señor, él es nuestro auxilio y                 escudo. Él es la alegría de nuestro corazón, en su santo nombre                              confiamos. Oh Dios, baje a nosotros tu misericordia como lo                                esperamos de ti” (Sal 32, 20-22).

 Permíteme sin embargo, oh Señor,                    una pregunta de tonto: ¿por qué has permitido que exista el mal en el                         mundo? ¿Por qué lo has creado? ¿No podrías con tu poder anularlo?               ¿Si eres Padre, por qué no alejas este terrible enemigo de tus hijos                      continuamente asediados por él? Señor si lo quieres, lo puedes;                         destruye de la tierra el mal y el dolor, te bendeciré eternamente,                            porque estoy cansado de sentir la blasfema expresión: “Si Dios                              existiera, debería intervenir para quitar esta grande llaga que nos                                    aflige”.

Jesús:           Hijo, me pides que intervenga con mi omnipotencia para suprimir el                    mal y el dolor  en el mundo. Si dependiera de mí, únicamente de mi                       voluntad, ya lo habría hecho, más bien, ya lo he hecho en el                           momento en el cual creé en mi infinita bondad al hombre. He creado                 al hombre interminable e inmediatamente después de su creación le                  conferí el don sobrenatural de la impasibilidad a la inmunidad del                                   dolor. Mi corazón de Padre no podría sufrir que la obra maestra de                mis manos fuera dejada como presa del desgarrador y estrecho                                   dolor.
                        Intervine como sólo lo podía hacer suprimiendo cada causa de dolor.

                        El hombre debía estar en mis manos como un diseño de amor,                             también en su peregrinar terreno, feliz por una felicidad natural. Todo              aquello que podía hacer, lo hice. Dependía únicamente del hombre,                    de Adán, aceptar y conservar para sí y para su descendencia no sólo                   este don sino también muchos otros con los cuales lo había                                  enriquecido. Conforme a la naturaleza de quien lo había dotado,                         quise que el hombre fuera libre y responsable de sus actos.
                        En mi condescendencia infinita quise concederle este y muchos otros               dones de inestimable valor en sus manos, para que él los aceptara                conscientemente para sí y para los suyos. 

                        Le había educado, advertido, proveído paternalmente. ¡Pero todo                         esto fue en vano! Se dejó seducir por la fascinante pasión de la                                     soberbia y del orgullo.
                        Rechazó mis dones rebelándose contra mi santa ley, contra mi Amor.

                        Pecó. Y por esta fatal caída fue despojado junto a su descendencia                     de los dones preternaturales y sobrenaturales que debían hacer feliz                  a los hombres no solo en esta tierra, sino por toda la eternidad.

                        Fue entonces, y sólo por la voluntad perversa y extraviada del                              hombre que yo pronuncié la terrible sentencia.

                        Maldita la tierra por aquello que has hecho: de ella encontrarás con                    gran fatiga el alimento por todos los días de tu vida. Ella producirá                    para ti espinas y cardos… mediante el sudor de tu frente comerás, tu                 pan hasta que retornes a la tierra de la cual has sido tomado; porque                       polvo eres y en polvo te convertirás (Cfr. Gn 3, 17-19).

                        Ha sido el mismo hombre la causa de sus propios males. Fue el mal                   moral el que le trajo la ruina del mal físico. Mi corazón sufre                                   inmensamente porque todos mis designios de amor se agotaron por                    el abuso de la libertad de quien había sido enriquecido, el hombre,                     arruinado se ha alejado. Pero también esta vez vence mi amor, con                     la redención y restauración pude devolver al hombre el derecho a la                       única y verdadera felicidad, que es la eternidad. Qué importaba si                                 para esto tendría que sacrificar la felicidad, de un instante y en el                          mismo instante habría debido sacrificarme a mí mismo en la cruz,                                  sometiéndome a innombrables torturas y tormentos… Tuve que                            reconstruir tu felicidad y por este sueño me atreví a hacerlo.

                        El pecado original de tus progenitores fue la primera causa                                               fundamental del mal en el mundo y de tus dolores… Pero también                      es tu parte y tu responsabilidad. Con el pecado de tu progenitor no              has perdido el don natural de tu libertad… como él, también tú                                    podrías abusar de este don y pecar. Muchos males son debidos a tus               pecados personales. Tus pasiones destructivas, el desequilibrio                           también de tu razón que se volvió independiente de Dios, ha                             provocado un desequilibrio también de las facultades inferiores                                  contra las superiores… Tú no has querido resistir, te has dejado                                   arrastrar por la visión fascinante del mal, no has implorado con fe                                    viva mi ayuda, no has huido de las ocasiones de pecado y has                             caído… una, dos, tres, cuatro veces…

                        Así con tu terrible rebelión a mi amable voluntad, con tu sed de                            placeres ilícitos y prohibidos, con el cosquilleo de las pasiones, con                         tu codicia, lujuria, te has cavado una fuente llena de males y de                           dolores… ¿Y después te atreves a ponerme en duda?

El sufriente: Señor reconozco desafortunadamente como autora del mal a mi                          pobre             voluntad.
                        Quoniam iniquitatem meam ego cognosco et peccatum meum contra                  me est semper. Tibi soli peccavi et malum coram te feci… Ecce enim                    in iniquitatibus conceptus sum, et in peccati concepit me, mater mea                 (“Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado,                     contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces… mira que en                    la culpa nací, pecador me concibió mi madre” Salmo 50).

                        ¿Qué haré, oh Señor?

                        Has hecho bien en humillarme, porque lo he merecido, pero te pido                    como el santo patriarca Job: Perezca el día en el cual he nacido, y la                      noche en la que dijiste: ha sido concebido un hombre. “¿Por qué no                 he muerto antes de nacer o apenas nacido?...

                        Quiera el Señor escuchar mis votos: habiendo comenzado terminará                  con reducirme en el polvo, completamente su mano me escruta hasta                        la raíz, pero en los dolores extremos que me oprimirán, me queda al                   menos el consuelo de no haber ofendido a quien es soberanamente              Santo”  (Cfr. Job 3). Recuerda oh Señor que mi vida es un soplo y                         que mis ojos no verán más los bienes de este mundo…

Jesús:           Hijo, ¿por qué maldices contra la vida como si solo fuera sufrir, o                          como uno que no tiene fe? Recuerda lo que decía Job a su mujer                               que se lamentaba excesivamente y lo incitaba a resistirse contra                                    Dios: “Si hemos recibido de las manos de Dios tantos beneficios,                                    ¿por qué no hemos de aceptar también los males?” (Job 2, 10).

                        “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del                    Señor” (Job 1,21) ¿Y después es verdad que ahora no te queda                         ningún bien, que todo se ha terminado para ti? Sé razonable y mira             todas las cosas y los acontecimientos con los ojos de la fe. Es verdad                 que sufres… pero la prueba, la cruz por la cual estás afligido no es                      superior a tus fuerzas. No permito jamás que alguien sea probado                       por encima de sus fuerzas. Y luego me acerco como el buen                               Cireneo, estoy pronto en recibir sobre mis espaldas parte del peso de                       tu cruz y así ayudarte a subir al Calvario. Sé valiente. También si en                   los designios misteriosos de mi Providencia he permitido que esta                       cruz viniera a turbar la paz de tu casa y de tu alma, no debes                               maldecirme. Mira cuántos bienes te he brindado. Sé justo y                                   reconócelo. No puedes ser como quien está ciego y no ve el Amor.

El sufriente: Señor, creo en tu paterna bondad hacia mí. Con amable Providencia                  socorres mis necesidades y te dignas darme los medios                                          necesarios para cumplir con los proyectos sapientísimos que tienes                   Tú para mí.
                        ¿Me atrevo demasiado, oh Señor, si te pido que me hagas conocer                     los planes que tienes tú para mí?
                        No puedo comprender de qué modo el mal, el dolor, la injusticia se                      concilian con tu Providencia divina, pero los sabios fines que tienes                         para mí, ¿puedo conocerlos?
                        Muéstrame oh Señor tus caminos y yo los seguiré fielmente.

Jesús:           Hijito, tú has sido creado para cantar mi gloria, para glorificarme                            eternamente. No es que yo tenga necesidad de ti, de tus alabanzas y                 de tu amor para ser plenamente feliz. Yo soy la plenitud del ser y de              la perfección, la fuente de toda felicidad y bienaventuranza.                           Creándote no he conquistado ninguna perfección, ni he acrecentado                         mi gloria interior.
                        He querido únicamente expandir fuera de mí, mi infinita perfección.  

                  Creando los seres que pueblan el universo obedecí al designio de mi                bondad que siendo infinita, lo he enriquecido con mis infinitas                              perfecciones. He querido beneficiar a todos, especialmente al                            hombre, para que reconociendo el bien que le hecho, rinda a mi                         bondad el himno de gratitud y de reconocimiento interior. Esto                              constituye mi gloria infinita.

                        Todo ha sido creado para mi gloria, para comunicar mi bondad, para                   manifestar mi perfección infinita. Pero yo he querido ser glorificado                 sobre todo con la divinización del hombre.  No contento con haberte                     dado el ser y la existencia, la inteligencia y la libre voluntad, en mi                               infinita generosidad he querido llamarte a participar de mi misma vida                         divina. Te he admitido a mi mesa, te he contado entre los miembros                     de mi propia familia divina. En tus venas, luego del sacramento de la                 regeneración (el Bautismo), corre sangre real. Te has convertido en                      mi hijo, justo, santo, mi hermano, coheredero del Paraíso.
                        He hecho de ti un hombre libre, te saqué de la esclavitud de satanás,                 te he restituido la libertad y el derecho a la eterna felicidad.
                        He venido a habitar en tu corazón. “Quien me ama cumplirá mi                             palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en su                                   corazón” (Jn 14, 23).

El sufriente: ¿Por qué, oh Señor, Tú que quieres mi bien, no quitas todas las                          causas del dolor? Eres omnipotente, bastaría una sola palabra tuya,                una sola orden y toda dificultad puede resolverse. Señor, surge y                                    destruye todas las causas de mis males. Si Tú nos das la mano todo                irá bien. Entonces podré servirte y amarte sin temor de ofenderte, así                  podré esquivar tus tremendos castigos.

Jesús:           Divino Consolador.

                        Hijito. ¿Por qué dejas hablar aún a tus pasiones y a tu exagerado                                    egoísmo?
                        Ciertamente si quisiera, podría en un instante anular todas las                             causas del mal y del dolor…
                        Pero si el dolor no tuviera una misión particular, su íntima, su noble                    finalidad, yo no le permitiría existir en la tierra. Tú lo sabes. No es                                    una creatura, un ser, sino solo una negación, una deficiencia, la                                  falta de un bien o de una perfección que habría dado al hombre una                       cierta felicidad limitada y temporal.

                        Muchas veces, sin embargo, el bien que se pudiera obtener                                  suprimiendo el dolor en su creatura sería inmensamente inferior al                      que en mi sabiduría y bondad infinita he decidido obtener de aquella               creatura. Si yo entonces dejo subsistir la cruz y no suprimo el dolor               es únicamente para obtener un bien mayor. 

Yo no permitiría en                            absoluto el mal en mis obras, si no fuera así de omnipotente y bueno               para obtener un bien también a partir del mal.
                        El dolor y el mal que te aquejan no es un mal absoluto sino relativo.                    Necesariamente implica el sacrificio de un bien, pero es un sacrificio                  necesario y permitido para el logro de un bien mayor.
                        Sé razonable. Continúas siendo muy egoísta. Consideras un “bien”                    solo aquello que satisfaga tus deseos… sin tener en cuenta la                             jerarquía de los valores. Estás ciego porque en tu exagerado                            egoísmo te crees el centro del universo y quisieras que todas las                                    creaturas se rindan a tus caprichos. 

Pero el orden maravilloso que he                 establecido en el universo conlleva una multitud de bienes y su                           subordinación.
                        Comprenderás entonces cómo el bien universal es ordenadamente                    superior al bien particular, el bien de la humanidad entera a aquél de              un individuo en singular; los bienes espirituales son superiores a los                        materiales, los morales a los físicos, los celestiales a los terrenales.

                        Debes creer que por encima de todo está el bien del alma y la                               práctica de la virtud. Por cuanto con el corazón amargado tantas                                   veces me veo obligado por el amor y el verdadero bien que te deseo,                         a sacrificar un bien de orden inferior para salvar los bienes                                               superiores, el particular por el universal.

                        Podrás llorar, estremecerte, gemir, pero debes tener por cierto que                        todo lo dirijo para tu bien mayor. Este es el significado del dolor, por                    eso no suprimo sus causas.
                        La misma conservación de las fuentes del dolor es un bien mayor                                   que su eliminación.

                        Si yo debiera intervenir con mi omnipotencia para eliminar el dolor                      desde su raíz, debería cambiar y echar para atrás todo el orden                                   admirable por mí querido en el mundo moral y físico.

                        Estaría obligado así a privar al hombre y a todas las creaturas de una                  suma de inmensos bienes y de satisfacciones que me aportaban un                       cántico infinito de gloria. 

                        Debería antes que nada quitarle al hombre el don más grande que le                 he otorgado al crearlo: “la libertad”. Sin este admirable y fatal don                                    toda la humanidad sería reducida a un rebaño de animales como de                seres irracionales. Sería el eclipse de la estrella más luminosa que              brilla sobre la frente del hombre y que le permite fijar su mirada hacia                  el Cielo.

                        Tendría que hacer cesar la vida social, que se desenvuelve en la                                     familia y en la nación a la cual perteneces y en la cual puedes                             igualmente encontrar el perfeccionamiento natural de tus facultades y                         el logro de un progreso necesario.

                        Debería a cada instante detener las grandes leyes del universo, sin                    las cuales el mundo caería en el caos, suspender todos los                                               fenómenos de la naturaleza sería horrendo… y sin embargo es con                         la libertad que tú eres un ser inteligente, capaz de merecer una                                    eterna corona de gloria, es con la libertad que te procuras las más                         bellas satisfacciones; es en la familia y en la sociedad que puedes                      disfrutar las satisfacciones y el desarrollo físico, moral e intelectual,                   en esto encontrarás lo que necesitas para el perfeccionamiento del                 alma y del cuerpo.






 


APÉNDICE

Ofrecemos este otro pequeño extracto de otro cuaderno, también de P. Arturo, que ilumina lo que antes se ha dicho.

Sean víctimas reparadoras
Hermanos,
Hoy estamos reunidos a los pies de Jesús para cumplir de modo especial un gran acto: el de la reparación.

Para comprender bien la importancia y la grande gracia que al cumplir este acto viene a nosotros, pobres pecadores, debemos tener presentes tres cosas:

1)    El término de nuestra reparación: consolar a Jesús, a su Sagrado Corazón ofendido y ultrajado. Es Él quien lo pide.

2)    El sujeto de la reparación: algunas almas elegidas a las que Jesús confiere este privilegio.

3)    El objeto de la reparación: todos los abandonados, los ultrajados; las palizas, las injurias y las heridas que se repiten contra su Corazón sensibilísimo y loco de amor por nosotros.

1.      Jesús ha sido la primera víctima reparadora ante Dios, en substitución de la humanidad pecadora. Más bien, en Jesús la reparación asciende y toca el punto más sublime del amor. Para estar bien convencidos basta pensar que el alma reparadora debe amar perdidamente a Dios, y entonces se duele por las ofensas y los ultrajes que se le infligen y debe en vez de eso buscar a los pobres pecadores los cuales han estado desviados y alejados como relámpagos, de la justicia divina. En una palabra es una doble pasión de corazón y de alma. El Padre Mateo ha dicho que la reparación se vuelve un elemento incomparable de la perfecta caridad, más aún, es la flor, incluso es la caridad en sus más delicadas sutilezas y matices. Como tal es una necesidad de quien ama, del alma amante. Jesús amaba infinitamente a Dios y debía entonces sentir en su corazón divino la pasión dolorosa de la rebelión del hombre ante su Creador, pero al mismo tiempo amaba esta miserable creatura que cegada por la soberbia había caído en el abismo de la degradación. Este doble sentimiento de Amor, de paciencia y a la vez de indignación ha hecho surgir el acto de la reparación. Reparación que es el Amor. En Jesús la reparación es el Amor sustancial que se ofrece como víctima para servir y reparar los pecados de los demás. Repara para nosotros ante el eterno divino Padre. ¿Y nosotros? Debemos hacer lo mismo. Es Jesús mismo que tanto nos ama y que insistentemente lo pide. A Santa Margarita María Alacoque, mostrando su corazón herido, como un horno ardiente le dice: “Aquí está este corazón que ha amado tanto a los hombres, que nada ha ahorrado hasta entregarse y consumirse para dar testimonio de su amor y a cambio no recibe más que ingratitud, frialdad, irreverencia…”

Esto me es más doloroso que todo lo que sufrí en la Pasión; en cambio, si correspondieran aunque sea solo un poco a mi amor, estimaría poco lo que he hecho, y quisiera que fuera posible, hacer mucho más, pero ellos no tienen más que frialdad y rechazo por mi solicitud de hacerles el bien…

-Dame, al menos dame tú la alegría de responder a sus ingratitudes por cuanto te es posible.