La nueva era, ¿Cómo está
la nueva era metida en la religión católica?
El
término Nueva era —utilizado durante la segunda mitad
del siglo
XX y principios del XXI— se refiere a la Era
de Acuario y nace de la creencia astrológica de que cuando el Sol pasa un período (era) por cada uno de los signos del zodíaco, se producen cambios en la Humanidad.
No
hay un acuerdo acerca de la duración de cada era, aunque según algunos
astrólogos, el Sol salió de la constelación de Piscis para entrar en Acuario alrededor del siglo XXVII
y según otros habría entrado el 4
de febrero de 1962
De
acuerdo a esta creencia, la constelación contra la que se encuentra el Sol
influiría de alguna manera en la conciencia de los seres humanos.
La
nueva era con relación a la religión.
Aun cuando se pueda admitir que la religiosidad de la Nueva
Era en cierto modo responde al legítimo anhelo espiritual de la naturaleza
humana, es preciso reconocer que tales intentos se oponen a la revelación
cristiana. En la cultura occidental en particular, es muy fuerte el atractivo
de los enfoques « alternativos » a la espiritualidad. Por otra parte, entre los
católicos mismos, incluso en casas de retiro, seminarios y centros de formación
para religiosos, se han popularizado nuevas formas de afirmación psicológica
del individuo. Al mismo tiempo, hay una nostalgia y una curiosidad crecientes
por la sabiduría y los rituales de antaño, lo cual explica en parte el notable
aumento de la popularidad del esoterismo y del gnosticismo. Muchos se sienten
especialmente atraídos por lo que se conoce –correctamente o no– como «
espiritualidad » celta,5 o por las religiones de los pueblos
antiguos. Los libros y cursos sobre espiritualidad o sobre religiones antiguas
u orientales son un negocio floreciente y con frecuencia reciben el apelativo
de « Nueva Era » por razones de carácter comercial. Pero los vínculos
con dichas religiones no siempre están claros. De hecho, con frecuencia se
niegan.
Un discernimiento cristiano adecuado del pensamiento y
de la práctica de la Nueva Era no puede dejar de reconocer que, como el
gnosticismo de los siglos II y III, ésta representa una especie de compendio de
posturas que la Iglesia ha identificado como heterodoxas. Juan Pablo II ha
alertado respecto al « renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en la forma
de la llamada New Age. No debemos engañarnos pensando que ese movimiento
pueda llevar a una renovación de la religión. Es solamente un nuevo modo de
practicar la gnosis, es decir, esa postura del espíritu que, en nombre de un
profundo conocimiento de Dios, acaba por tergiversar Su Palabra sustituyéndola
por palabras que son solamente humanas. La gnosis no ha desaparecido nunca del
ámbito del cristianismo, sino que ha convivido siempre con él, a veces bajo la
forma de corrientes filosóficas, más a menudo con modalidades religiosas o
pararreligiosas, con una decidida aunque a veces no declarada divergencia con
lo que es esencialmente cristiano ».6 Un ejemplo de esto puede verse
en el eneagrama, –un instrumento para el análisis caracterial según nueve
tipos– que, cuando se utiliza como medio de desarrollo personal, introduce
ambigüedad en la doctrina y en la vivencia de la fe
cristiana.
LA ESPIRITUALIDAD DE LA NUEVA
ERA
En muchas sociedades occidentales, y de manera
creciente también en otras partes del mundo, los cristianos con frecuencia
entran en contacto con diversos aspectos del fenómeno conocido como Nueva
Era. Muchos de ellos sienten la necesidad de entender cómo pueden
aproximarse de la mejor manera posible a algo tan seductor y, al mismo tiempo,
complejo, esquivo y en ocasiones perturbador. Estas reflexiones intentan ayudar
a los cristianos a hacer dos cosas:
– identificar los elementos del desarrollo de la
tradición de la Nueva Era;
– señalar los elementos incompatibles con la
revelación cristiana.
Ésta es una respuesta pastoral a un desafío actual. No
pretende proporcionar una lista exhaustiva de los fenómenos de la Nueva Era,
ya que eso requeriría un voluminoso tratado, aparte de que dicha
información está disponible en otros lugares. Es esencial intentar comprender la
Nueva Era correctamente para evaluarla con imparcialidad y evitar crear
una caricatura de la misma. Sería insensato, además de falso, decir que todo lo
relacionado con este movimiento es bueno, o que es malo todo lo que se refiere
a él. No obstante, dada la visión subyacente a la religiosidad de la Nueva
Era, en términos generales es difícil reconciliarla con la doctrina y la
espiritualidad cristianas.
La Nueva Era no es un movimiento en el sentido
en que normalmente se emplea el término « Nuevo Movimiento Religioso », ni es
lo que normalmente se da a entender con los términos « culto » o « secta ». Es
mucho más difuso e informal, ya que atraviesa las diversas culturas, en
fenómenos tan variados como la música, el cine, seminarios, talleres, retiros,
terapias, y en otros muchos acontecimientos y actividades, si bien algunos
grupos religiosos o para-religiosos han incorporado conscientemente algunos
elementos de la Nueva Era, e incluso algunos han sugerido que esta
corriente ha sido fuente de inspiración para varias sectas religiosas y
para-religiosas.9 Sin embargo, la Nueva Era no es un
movimiento individual uniforme, sino más bien un entramado amplio de seguidores
cuyo característica consiste en pensar globalmente y actuar localmente. Quienes
forman parte del entramado no se conocen necesariamente unos a otros y
raramente se reúnen, si es que llegan a hacerlo. Con el fin de evitar la
confusión que puede surgir al usar el término « movimiento », algunos se
refieren a la Nueva Era como un « ambiente » (milieu)10
o un « culto de audiencia » (audience cult).11 Sin embargo,
también se ha señalado que « es una corriente de pensamiento muy coherente »,12
un desafío deliberado a la cultura moderna. Es una estructura sincretista que
incorpora muchos elementos diversos y que permite compartir intereses o
vínculos en grados distintos y con niveles de compromiso muy variados. Muchas
tendencias, prácticas y actitudes más o menos vinculadas la Nueva Era, en
realidad son parte de una reacción más amplia, fácilmente identificable, frente
a la cultura dominante, de modo que el término « movimiento » no está
completamente fuera de lugar. Puede aplicarse a la Nueva Era en el mismo
sentido en que se aplica a otros movimientos sociales de vasto alcance, tales
como el movimiento por los derechos civiles o el movimiento por la paz. Igual
que éstos, abarca un impresionante conjunto de personas vinculadas a los
objetivos fundamentales del movimiento, pero sumamente diferentes por la manera
en que se vinculan a él y por el modo de entender algunas cuestiones
concretas.
La expresión « religión de la Nueva Era » es
más controvertida, por lo que conviene evitarla, a pesar de que la Nueva Era
es con frecuencia una respuesta a preguntas y necesidades religiosas, que
ejerce su atracción sobre personas que tratan de descubrir o redescubrir una
dimensión religiosa en su vida. Evitar el término « religión de la Nueva Era
» no significa en modo alguno poner en cuestión el carácter genuino de la
búsqueda de significado y del sentido de la vida por parte de esas personas.
Respeta el hecho de que muchos de quienes están dentro del movimiento Nueva
Era distinguen cuidadosamente entre « religión » y « espiritualidad ».
Muchos han rechazado la religión organizada, porque a su juicio no ha logrado
responder a sus necesidades y por ello se han dirigido a otros lugares para
encontrar « espiritualidad ». Más aún, en el corazón de la Nueva Era está
la creencia de que la época de las religiones particulares ha pasado, por lo
que referirse a ella como a una religión sería contradecir su propia
autocomprensión. No obstante, se puede situar la Nueva Era en el
contexto más amplio de la religiosidad esotérica, cuyo atractivo sigue
creciendo.13
Hay un problema implícito en el presente texto.
Tratando de entender y evaluar algo que es esencialmente una exaltación de la
riqueza de la experiencia humana, inevitablemente se le objetará que jamás
podrá hacer justicia a un movimiento cultural cuya esencia es precisamente
romper con lo que se consideran los límites restrictivos del discurso racional.
En realidad, tiene por objeto invitar a los cristianos a tomar en serio la Nueva
Era y, como tal, pide a quienes lo lean entrar en un diálogo crítico con
quienes se aproximan al mismo mundo desde perspectivas muy diferentes.
La eficacia pastoral de la Iglesia en el tercer
milenio depende en gran medida de la preparación de comunicadores eficaces del
mensaje evangélico. Lo que sigue es una respuesta a las dificultades expresadas
por muchos de quienes están en contacto con ese fenómeno tan complejo y
escurridizo conocido como la Nueva Era. Es un intento de comprender qué
es la Nueva Era y de identificar las preguntas a las que ésta pretende
ofrecer respuestas y soluciones. Hay ya excelentes libros y otros materiales
que analizan el fenómeno en su conjunto o que explican aspectos particulares
con gran detalle. Nos referiremos a algunos de ellos en el apéndice. No
obstante, no siempre realizan el necesario discernimiento a la luz de la fe
cristiana. El propósito del presente texto es ayudar a los católicos a
encontrar una clave para entender los principios básicos que hay tras el
pensamiento de la Nueva Era, de modo que puedan valorar cristianamente
los elementos de la Nueva Era que encuentren. Conviene recordar que
muchas personas rechazan el término « Nueva Era » y sugieren la
expresión « espiritualidad alternativa » como más correcta y menos restrictiva.
También es verdad que muchos de los fenómenos mencionados en este documento
probablemente no lleven ninguna etiqueta particular, pero se presupone, en aras
de la brevedad, que los lectores identificarán el fenómeno o conjunto de
fenómenos que pueden estar razonablemente vinculados con el movimiento cultural
general conocido habitualmente como Nueva Era.
De acuerdo con su
relativismo, los seguidores de la Nueva Era creen que no contradicen los
sistemas de creencias tradicionales, sino que completan las verdades últimas
contenidas en ellos, separando estas verdades de la falsa tradición y el dogma. De otro lado, los miembros
de otras religiones suelen señalar que el movimiento de la Nueva Era comprende
mal estos conceptos religiosos, y que sus intentos de sincretismo religioso son
vagos y contradictorios, punto en el cual están de acuerdo los escépticos y
ateos, quienes sugieren que toda religión es la malinterpretación que el hombre
da a causas naturales, agregándole elementos sobrenaturales de su propia
superstición, y en el caso de la Nueva Era, esta corriente intenta validar toda
clase de creencia paranormal sin tener en cuenta los orígenes de dichas
creencias, incluso cuando muchas se contradicen entre sí. La Nueva Era a su vez
cree que las grandes religiones modernas han perdido el verdadero significado
de sus propias creencias, mientras que la Nueva Era se considera basada en
interpretaciones esotericas mas antiguas que se han perdido para las
instituciones religiosas. Un ejemplo de esto es la violencia, la discriminación
racial, sexual, religiosa etc., y la culpa a la que han llamado históricamente
y hasta nuestros días muchas de las instituciones cristianas; deformando o a
veces simplemente ignorando el mensaje de amor incondicional y aceptación de
Jesús.
Muchos han teorizado que el interés actual en la espiritualidad y
la metafísica puede ser en parte visto como una reacción
contra el racionalismo y el excesivo énfasis sobre lo estrictamente
material y empírico: hay un deseo de trascendencia espiritual, en vez de
sentirse atascado en una inmersión estricta en lo físico. Por ejemplo, tras un
par de siglos de énfasis en lo empíricamente probable y concreto, existe un
deseo por lo espiritual como antídoto o antítesis.
Sorprende, pues, que los partidarios de la Nueva Era deseen experimentar
su espiritualidad, de manera que puedan sentirla, más que
simplemente pensar en ella, y que quieran tener cierto control
sobre su práctica o manifestación, más que ir estrictamente a través de un
intermediario externo. Este cambio a un sentimiento de control sobre la propia
expresión espiritual también refleja la tendencia hacia la responsabilidad
personal, así como el fortalecimiento personal.
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