Introduccion:
El concilio Vaticano ll es el mayor intento de la iglesia por
lograr conversiones espirituales en las personas adecuándose a la modernidad de
este siglo, quiere dar a conocer que la espiritualidad y la unión que debe de haber
entre los católicos y personas que profesan otras religiones.
Sin embargo,
es la misma enseñanza de la Iglesia y del Papa Benedicto XVI la que me exhorta
a mantener vivo el espíritu del Vaticano II. No en balde el papa Benedicto XVI
nos exhortó a“rezar junto con él para
que la Virgen María ayude a todos los creyentes en Cristo a tener siempre vivo
el espíritu del Concilio Vaticano II, para contribuir a
instaurar en el mundo aquella fraternidad universal que responde a la voluntad
de Dios sobre el hombre, creado a imagen de Dios” (Y por eso no vamos a pensar que el Santo Padre
estaba “poseso”).
Concilio Vaticano II
El Concilio
Vaticano II es un concilio ecuménico convocado y presidido por el Papa Juan
XXIII y posteriormente por el Papa Pablo VI a la muerte de su predecesor.
Celebrado desde 1962 hasta 1965 es con toda propiedad el concilio mas
grande en cuanto a participación (asistieron unos 2.540 padres conciliares,
mientras que en Calcedonia 200 y en Trento 950) y en cuanto a catolicidad pues es la primera vez que participan
obispos en modo sustancial no europeos (sobre todo africanos y asiáticos).
El Concilio Vaticano II fue un concilio
ecuménico de la Iglesia
católicaconvocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los
eventos históricos que marcaron el siglo XX.
Cuanto a la iniciativa del gran
acontecimiento que hoy nos congrega aquí, baste, a simple título de orientación
histórica, reafirmar una vez más nuestro humilde pero personal testimonio de
aquel primer momento en que, de improviso, brotó en nuestro corazón y en
nuestros labios la simple palabra "Concilio
Ecuménico". Palabra
pronunciada ante el Sacro Colegio de los Cardenales en aquel faustísimo día 25
de enero de 1959, fiesta de la conversión de San Pablo, en su basílica de Roma.
Fue un toque inesperado, un rayo de luz de lo alto, una gran dulzura en los
ojos y en el corazón; pero, al mismo tiempo, un fervor, un gran fervor que se
despertó repentinamente por todo el mundo, en espera de la celebración del
Concilio.
Tres años de
laboriosa preparación, consagrados al examen más amplio y profundo de las
modernas condiciones de fe y de práctica religiosa, de vitalidad cristiana y
católica especialmente, Nos han aparecido como una primera señal y un primer
don de gracias celestiales.
Iluminada la
Iglesia por la luz de este Concilio —tal es Nuestra firme esperanza— crecerá en
espirituales riquezas y, al sacar de ellas fuerza para nuevas energías, mirará
intrépida a lo futuro. En efecto; con oportunas "actualizaciones" y
con un prudente ordenamiento de mutua colaboración, la Iglesia hará que los
hombres, las familias, los pueblos vuelvan realmente su espíritu hacia las
cosas celestiales.
Así es como el
Concilio se convierte en motivo de singular obligación de gran gratitud al
Supremo Dador de todo bien, celebrando con jubiloso cántico la gloria de Cristo
Señor, Rey glorioso e inmortal de los siglos y de los pueblos.
A las 10:01 AM, por Daniel Iglesias
Categorías : Concilio Vaticano II
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En el último mes de
su pontificado, Benedicto XVI nos está dejando muchas enseñanzas preciosas.
Destacaré aquí sólo dos de ellas.
En primer lugar
citaré parcialmente la lectio divina del Santo Padre Benedicto
XVI del 8 de febrero de 2013 (tres días antes del anuncio de su renuncia),
durante una visita al Pontificio Seminario Romano Mayor. Estas palabras forman
parte de un excelente comentario espontáneo del Papa a un texto de la
Primera Carta de San Pedro (1,3-5), ante los seminaristas de la Diócesis de
Roma.
“Herencia es algo del
futuro, y así esta palabra dice sobre todo que los cristianos tenemos el
futuro: el futuro es nuestro, el futuro es de Dios. Y así, siendo cristianos,
sabemos que el futuro es nuestro y que el árbol de la Iglesia no es un árbol
moribundo, sino un árbol que crece siempre de nuevo. Por lo tanto, tenemos
motivo para no dejarnos impresionar –como ha dicho el Papa Juan– por los
profetas de desventura, que dicen: bien, la Iglesia es un árbol venido del
grano de mostaza, crecido en dos milenios, pero ahora tiene el tiempo detrás de
sí, y ahora es el tiempo en que muere. No. La Iglesia se renueva siempre,
renace siempre. El futuro es nuestro. Naturalmente, hay un falso optimismo y un
falso pesimismo. Un falso pesimismo que dice: el tiempo del cristianismo ha
terminado. No: ¡comienza de nuevo! El falso optimismo era aquel de después del
Concilio, cuando los conventos cerraban, los seminarios cerraban, y se decía:
pero… no pasa nada, todo va bien… ¡No! No todo va bien. Hay también caídas
graves, peligrosas, y debemos reconocer con sano realismo que así no funciona,
no funciona donde se hacen mal las cosas. Pero también estamos seguros, al
mismo tiempo, que si aquí y allá la Iglesia muere a causa del pecado de los
hombres, a causa de su increencia, al mismo tiempo nace de nuevo. El futuro es
realmente de Dios: ésta es la gran certeza de nuestra vida, el optimismo grande
y verdadero que sabemos. La Iglesia es el árbol de Dios que vive eternamente y
lleva en sí la eternidad y la verdadera herencia: la vida eterna.”
Conclusion
El concilio nos demuestra que la unión
entre diversas religiones puede existir y que es necesario estar dispuestos a
saber lo que los demás tienen que decir, para asi poder lograr un mismo fin.
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