Lema de P. Arturo

"Amar y hacer amar a Jesús, a la Iglesia, al Papa y a las almas, con María, por María y en María"

lunes, 13 de mayo de 2013

Andres Saban 5to. bachillerato c-30 concilio vaticano ii


Introduccion:
El concilio Vaticano ll es el mayor intento de la iglesia por lograr conversiones espirituales en las personas adecuándose a la modernidad de este siglo, quiere dar a conocer que la espiritualidad y la unión que debe de haber entre los católicos y personas que profesan otras religiones.
Sin embargo, es la misma enseñanza de la Iglesia y del Papa Benedicto XVI la que me exhorta a mantener vivo el espíritu del Vaticano II. No en balde el papa Benedicto XVI nos exhortó arezar junto con él para que la Virgen María ayude a todos los creyentes en Cristo a tener siempre vivo el espíritu del Concilio Vaticano II, para contribuir a instaurar en el mundo aquella fraternidad universal que responde a la voluntad de Dios sobre el hombre, creado a imagen de Dios” (Y por eso no vamos a pensar que el Santo Padre estaba “poseso”).

Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II es un concilio ecuménico convocado y presidido por el Papa Juan XXIII y posteriormente por el Papa Pablo VI a la muerte de su predecesor. Celebrado desde 1962 hasta 1965 es con toda propiedad el concilio mas grande en cuanto a participación (asistieron unos 2.540 padres conciliares, mientras que en Calcedonia 200 y en Trento 950) y en cuanto a catolicidad pues es la primera vez que participan obispos en modo sustancial no europeos (sobre todo africanos y asiáticos).
El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católicaconvocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX.
Cuanto a la iniciativa del gran acontecimiento que hoy nos congrega aquí, baste, a simple título de orientación histórica, reafirmar una vez más nuestro humilde pero personal testimonio de aquel primer momento en que, de improviso, brotó en nuestro corazón y en nuestros labios la simple palabra "Concilio Ecuménico". Palabra pronunciada ante el Sacro Colegio de los Cardenales en aquel faustísimo día 25 de enero de 1959, fiesta de la conversión de San Pablo, en su basílica de Roma. Fue un toque inesperado, un rayo de luz de lo alto, una gran dulzura en los ojos y en el corazón; pero, al mismo tiempo, un fervor, un gran fervor que se despertó repentinamente por todo el mundo, en espera de la celebración del Concilio.
Tres años de laboriosa preparación, consagrados al examen más amplio y profundo de las modernas condiciones de fe y de práctica religiosa, de vitalidad cristiana y católica especialmente, Nos han aparecido como una primera señal y un primer don de gracias celestiales.
Iluminada la Iglesia por la luz de este Concilio —tal es Nuestra firme esperanza— crecerá en espirituales riquezas y, al sacar de ellas fuerza para nuevas energías, mirará intrépida a lo futuro. En efecto; con oportunas "actualizaciones" y con un prudente ordenamiento de mutua colaboración, la Iglesia hará que los hombres, las familias, los pueblos vuelvan realmente su espíritu hacia las cosas celestiales.
Así es como el Concilio se convierte en motivo de singular obligación de gran gratitud al Supremo Dador de todo bien, celebrando con jubiloso cántico la gloria de Cristo Señor, Rey glorioso e inmortal de los siglos y de los pueblos.
A las 10:01 AM, por Daniel Iglesias
Categorías : Concilio Vaticano II
En el último mes de su pontificado, Benedicto XVI nos está dejando muchas enseñanzas preciosas. Destacaré aquí sólo dos de ellas.
En primer lugar citaré parcialmente la lectio divina del Santo Padre Benedicto XVI del 8 de febrero de 2013 (tres días antes del anuncio de su renuncia), durante una visita al Pontificio Seminario Romano Mayor. Estas palabras forman parte de un excelente comentario espontáneo del Papa a un texto de la Primera Carta de San Pedro (1,3-5), ante los seminaristas de la Diócesis de Roma.
“Herencia es algo del futuro, y así esta palabra dice sobre todo que los cristianos tenemos el futuro: el futuro es nuestro, el futuro es de Dios. Y así, siendo cristianos, sabemos que el futuro es nuestro y que el árbol de la Iglesia no es un árbol moribundo, sino un árbol que crece siempre de nuevo. Por lo tanto, tenemos motivo para no dejarnos impresionar –como ha dicho el Papa Juan– por los profetas de desventura, que dicen: bien, la Iglesia es un árbol venido del grano de mostaza, crecido en dos milenios, pero ahora tiene el tiempo detrás de sí, y ahora es el tiempo en que muere. No. La Iglesia se renueva siempre, renace siempre. El futuro es nuestro. Naturalmente, hay un falso optimismo y un falso pesimismo. Un falso pesimismo que dice: el tiempo del cristianismo ha terminado. No: ¡comienza de nuevo! El falso optimismo era aquel de después del Concilio, cuando los conventos cerraban, los seminarios cerraban, y se decía: pero… no pasa nada, todo va bien… ¡No! No todo va bien. Hay también caídas graves, peligrosas, y debemos reconocer con sano realismo que así no funciona, no funciona donde se hacen mal las cosas. Pero también estamos seguros, al mismo tiempo, que si aquí y allá la Iglesia muere a causa del pecado de los hombres, a causa de su increencia, al mismo tiempo nace de nuevo. El futuro es realmente de Dios: ésta es la gran certeza de nuestra vida, el optimismo grande y verdadero que sabemos. La Iglesia es el árbol de Dios que vive eternamente y lleva en sí la eternidad y la verdadera herencia: la vida eterna.”
Conclusion
El concilio nos demuestra que la unión entre diversas religiones puede existir y que es necesario estar dispuestos a saber lo que los demás tienen que decir, para asi poder lograr un mismo fin.


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